Un grupo de científicos halló que trasplantar células genéticamente modificadas al corazón ayudaría a proteger a las personas que sobrevivieron a un infarto de desarrollar problemas cardíacos posteriores.
Los investigadores mostraron que el tratamiento funcionó en ratones, protegiéndolos de la arritmia, que consiste en una irregularidad en el ritmo cardíaco natural. Los expertos habían generado en los animales un daño similar al producido por un ataque al corazón.
El equipo indicó que espera que el enfoque, con algún perfeccionamiento, pueda ayudar a las personas que padecen ataques al corazón.
"Aproximadamente el 15 por ciento de los pacientes que padecen un infarto fallecen dentro de los dos o tres años de muerte súbita producto del desarrollo de arritmias ventriculares", manifestó Bernd Fleischmann, investigador de la Universidad de Bonn, en Alemania.
Fleischmann y sus colegas trasplantaron células cardíacas embrionarias de ratones con vida en el tejido del corazón de ratones con daño similar al de un infarto, lo que los hizo más resistentes a arritmias posteriores, señalaron los autores en la revista Nature.
Una proteína conocida como connexin43 mejoró las conexiones eléctricas de las células trasplantadas con otras células cardíacas, agregó el equipo.
Los investigadores señalaron que los médicos no podrían usar para el trasplante células cardíacas embrionarias de seres humanos debido a cuestiones éticas. Por ello, modificaron células musculoesqueléticas para crear la proteína necesaria.
Al trasplantar esas células en los corazones de los ratones, los expertos dijeron que lograron los mismos resultados de restauración que con la colocación de células cardíacas embrionarias.
Michael Kotlikoff, investigador de la Cornell University en Ithaca, Nueva York, dijo que los resultados sugieren que los médicos podrían tomar las células musculares del propio paciente que sufrió un infarto, modificarlas genéticamente para crear connexin43 y luego introducirlas en el corazón de la persona para protegerla de la arritmia.
Dado que las células a trasplantar son tomadas del propio paciente, el organismo no debería rechazarlas, concluyó Kotlikoff. |