Para reducir el riesgo cardiovascular es necesario, entre otras cosas, restringir drásticamente el consumo de grasas saturadas y de sal para disminuir así el nivel de colesterol "malo" (LDL) en sangre y la presión arterial, respectivamente.
Un estudio publicado en el revista "The Journal of the American Medical Association" ("JAMA"), presentado en la reunión de la American Heart Association (AHA), en Dallas, EEUU, ha arrojado algo de luz sobre la relación entre consumo de algunos nutrientes, como carbohidratos, y los riesgos cardiovasculares.
Según argumentan sus autores, la dieta convencional que se "receta" a los pacientes en situación de riesgo cardiovascular (los que tienen el colesterol elevado, hipertensión o que sufren esta patología en su grado leve) reduce el colesterol "malo", pero también el "bueno" (HDL) y no tiene efectos sobre los triglicéridos. Estos dos parámetros sirven para evaluar el riesgo coronario.
En el estudio, los científicos escogieron a un grupo de 164 voluntarios con hipertensión leve o cuyas cifras indicaban que estaban a punto de padecerla. Todos consumieron, alternativamente y durante seis semanas, tres tipos de dieta cardiosaludable: baja en grasa saturada, colesterol y sal; rica en vegetales, frutas, fibra, potasio y otros minerales.
Lo que las diferenciaba era que una hacía énfasis en el consumo de hidratos de carbono (pan, pasta, patatas, arroz y cereales), otra en el de proteínas (la mitad de ellas vegetales) y, la tercera, en el de lípidos monosaturados (los más beneficiosos para el corazón, presentes en el aceite de oliva, colza o girasol).
Al finalizar cada régimen, se evaluaron la concentración de lípidos en sangre y se tomó la presión sanguínea. Además, se hicieron análisis de orina para detectar cualquier anomalía derivada de las variaciones dietéticas.
Si bien todos ellos lograron reducir la presión sanguínea y el nivel de LDL —y, en consecuencia, el riesgo cardiovascular—, sólo los que potenciaban las proteínas y los ácidos grasos insaturados lograron resultados verdaderamente significativos, sobre todo el primero. De hecho, estas dos dietas incidieron positivamente, además, sobre el colesterol total (la proporción entre el "bueno" y el "malo") y los triglicéridos (lípidos perjudiciales para las coronarias).
Así, según las observaciones, la alimentación eminentemente proteica logró hacer descender en un 21% la posibilidad de sufrir un evento cardiovascular; la de las grasas monosaturadas hizo lo propio en un 20% y la que potenciaba los carbohidratos se quedó sólo en un 16%. |