El estrés es uno de los factores que afectan negativamente nuestra salud y que pueden contribuir al desarrollo de la diabetes o a agravar sus complicaciones.
Nuestra moderna sociedad es una en la que estamos constantemente sujetos a eventos y circunstancias que nos provocan estrés.
Problemas en el trabajo, con nuestro cónyuge, la congestión vehicular cotidiana, las deudas en las que impensadamente incurrimos para luego darnos cuenta de que no podemos pagar, todo esto son situaciones que contribuyen a que nos mantengamos en un estado estrés continuo o crónico.
Sin embargo, el mecanismo del estrés no está diseñado para activarse continuamente ni durante periodos prolongados, sino más bien para prepararnos para hacerle frente a una emergencia que dure relativamente corto tiempo.
Cuando estamos en un estado de estrés nuestras glándulas adrenales, localizadas en la parte superior de los riñones, segregan una serie de hormonas, entre las cuales se encuentra una llamada cortisol. Una parte de nuestro sistema nervioso conocida como el sistema nervioso simpático segrega otras hormonas llamadas adrenalina y noradrenalina. A su vez el páncreas segrega una hormona llamada glucagón, que tiene unos efectos contrarios al de la insulina.
Estas hormonas, en conjunto, tienen varios efectos, entre ellos aumentar los niveles de glucosa en la sangre.
En situaciones de estrés nuestro cuerpo segrega una cantidad de cortisol mayor de lo normal, con el propósito de producir energía a partir de las grasas y las proteínas, para así, aumentar la cantidad de ésta disponible.
Éste es un mecanismo que tiene nuestro cuerpo para enfrentar una emergencia.
Ahora bien, los seres humanos tenemos la capacidad de disparar este mecanismo no solamente en casos de emergencia, en los que nuestra vida esté en peligro.
Problemas económicos, disgustos repetidos, enfermedades en la familia; estas y otras cosas, pueden disparar el mecanismo del estrés. Más aún, ni siquiera tiene que ser una situación actual, el mero recuerdo o pensar acerca los problemas y situaciones difíciles por las que hemos pasado, pueden disparar este mecanismo.
Esto significa, que en lugar de activarlo solamente cuando es realmente necesario para protegernos, lo mantenemos activado una buena parte del tiempo. Bajo estas circunstancias, el mecanismo del estrés se torna dañino a nuestro organismo. El esfuerzo constante de movilizar la energía disponible nos deja cansados, sin energía de reserva y aumenta el riesgo de contraer diabetes para los que aún no la padecen.
De modo que si estamos en un estrés continuo o prolongado, comenzaremos a ver un incremento en los niveles de glucosa en la sangre. El cortisol, además, ejerce sus efectos sobre las células de grasa a través del cuerpo, haciéndolas resistentes a la acción de la insulina. La insulina, además de su ya conocido rol en la entrada de glucosa a las células, ejerce una notable influencia sobre el almacenaje de las grasas. Las células de grasa, al hacerse resistentes a la insulina, comienzan a segregar hormonas que le envían señales a otras células del cuerpo para que también se vuelvan resistentes a la acción de la insulina. El resultado es un notable aumento, no sólo de la glucosa en la sangre sino también de grasas, que comienzan a dañar los vasos sanguíneos.
A medida que envejecemos aumenta la cantidad de cortisol que nuestro cuerpo segrega en respuesta a los estados de estrés. Esto hace que el control del estrés se torne especialmente importante en las personas de edad avanzada.
El estrés también hace que nuestro cuerpo pierda nutrientes. Cuando a causa del estrés suben los niveles de glucosa en la sangre, nuestro cuerpo pone en marcha una serie de mecanismos con el propósito de disminuir éstos.
Uno de éstos es la poliuria (cantidad excesiva de orina para eliminar el exceso de glucosa). En este proceso de eliminar líquido del cuerpo, se eliminan también una serie de vitaminas solubles en agua, como la C y las del complejo B. Muchas de estas vitaminas cumplen un importante papel en el control de la glucosa y en la resistencia al estrés, de modo que su eliminación agrava el problema.
El Estrés y la Diabetes Tipo 1
Las personas que padecen de diabetes tipo 1 necesitan llevar un balance estricto entre diversos factores; entre ellos, la cantidad de insulina que se inyectan, la dieta, el ejercicio, etc. Lograr esto no es fácil y requiere estar atento a las señales del cuerpo, que le indican cuándo y qué cantidad de insulina debe inyectarse.
Sin embargo, cuando se presenta una situación de estrés crónico, la insulina se torna menos efectiva. La persona no se siente bien a pesar de inyectarse la cantidad de insulina que entendía era la correcta.
Finalmente, concluye que debe inyectarse más insulina; pero su organismo, afectado por el estrés, responde volviéndose aún más resistente a ésta. El problema persiste, aun luego de terminado el periodo de estrés, ya que algunas partes del cuerpo recuperan su sensibilidad a la insulina primero que otras.
Esto hace sumamente difícil determinar la dosis de insulina que debe inyectarse. Es decir, el estrés ha hecho que el balance del sistema y el control metabólico que la persona había logrado se desajuste, con consecuencias que pueden ser graves.
Por otra parte, se ha encontrado que las personas que padecen de este tipo de diabetes, por lo general han tenido mayores circunstancias productoras de estrés durante los tres años previos a desarrollar la enfermedad. Esto ha llevado a pensar que el estrés puede hacer más probable que el sistema inmunológico ataque a las células del páncreas, produciendo así la enfermedad. Otros piensan, que aun cuando no provoque la enfermedad, el estrés puede acelerar su desarrollo.
En resumen, el estrés pudiera hacer más probable que lleguemos a padecer diabetes tipo 1, acelerar su desarrollo y, en quienes ya padecen la enfermedad, causar o agravar las complicaciones.
El Estrés y la Diabetes Tipo 2
Hay una relación significativa entre el número de eventos causantes de estrés y el desarrollo de diabetes tipo 2.
Una posible explicación para esta relación es que los estados de estrés, especialmente aquéllos que están acompañados por sentimientos de impotencia, desesperanza o derrota, no sólo provocan sino que perpetúan la secreción de hormonas asociadas al estrés, tales como la adrenalina y el cortisol; uno de cuyos efectos es aumentar los niveles de glucosa en la sangre. Esto a su vez provoca un aumento en la acumulación de grasa alrededor del abdomen y un aumento en la resistencia de las células a la insulina. Esto último es una señal clara de diabetes o al menos un estado prediabético.
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FUENTE:
Diabetes saludpara ti.com |